No sé quién fue el primero que dijo esa recurrente frase de "odio las despedidas", pero desde luego se quedó calvo de tanto pensar, y es que si una persona, a lo largo de su vida, tuviera que enumerar los peores momentos de su vida estoy seguro de que casi casi el 100% estaría relacionado con una despedida.
Hay despedidas que suenan a definitivas pero que no lo son. Hay despedidas que suenan a un "hasta pronto" y que se convierten en definitivas. Hay despedidas que, desgraciadamente, son para siempre y sin vuelta atrás. Hay despedidas justas, las hay injustas pero todas duelen mucho, muchísimo y es uno de los innumerables peajes que todos tenemos que pagar por estar en esta vida que no siempre se porta todo lo bien que nos gustaría.
Siempre procuraremos, eso si, y como en una especie de acto de defensa propia, mirar hacia adelante, pensar que es lo mejor, buscar el lado positivo por pequeño que sea y tratar de sonreír pero seamos realistas: Las despedidas son una basura, no deberían existir y espero, de verdad, que nunca se conviertan en definitivas.
Nota del autor: Quizás no sea este el post más adecuado para que este blog vuelva a caminar, pero circunstancias obligan.
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