Llevo unos días sin escribir y, probablemente, la cosa se ralentizará un poquito durante algunos días. La causa no es otra que la del nacimiento de mi segundo hijo.
Los que tenéis hijos ya sabéis que, sobretodo al principio, el caos se apodera de nosotros y nos falta tiempo, mucho tiempo para todo. De ahí que agradezcamos de una manera infinita cualquier ayuda que se nos pueda proporcionar (en este apartado destaco tremendamente la ayuda desinteresada de las abuelas quienes, con su presencia y su sonrisa, nos facilitan la labor de una manera que considero imposible de explicar, dada su magnitud. Y no me olvido tampoco de los amigos).
Los que aún no tenéis hijos os diré que, si algún día los tenéis, prepararos para el caos inicial. Luego se pasa y todo se hace más llevadero hasta límites desconocidos, pero los primeros días....ufffffff.
Llevo varios días en el Hospital y ya me considero uno más de la plantilla. Me conozco todos sus recovecos, todos los horarios, los truquillos fundamentales para la supervivencia (emplazamientos de las máquinas de café y agua), los ascensores menos utilizados, etc.
De estos días allí conseguí llegar a la conclusión que el Hospital es el lugar donde más se mezclan los sentimientos más opuestos y de una manera fortísima. Por un lado están las tristezas (familiares muy malitos e incluso alguna muerte, etc.), por otro lado las preocupaciones (dudas sobre el estado de salud ajeno y propio incluso), las alegrías (resultados positivos para el paciente) y alegrías extremas (nacimientos de niños con la impresionante felicidad para las familias) y es curioso porque, por mucho que lo pienso, no encuentro otro lugar en el mundo donde exista tal mezcolanza de sentimientos y allí no es difícil que se crucen dos personas por un pasillo con estado de ánimo completamente antagónicos. Muy curioso.
Bueno, pues dicho esto os pido paciencia por lo dicho: En los próximos días escribiré de una manera más pausada, pero en ningún caso pararé de hacerlo.
GRACIAS.
Los que tenéis hijos ya sabéis que, sobretodo al principio, el caos se apodera de nosotros y nos falta tiempo, mucho tiempo para todo. De ahí que agradezcamos de una manera infinita cualquier ayuda que se nos pueda proporcionar (en este apartado destaco tremendamente la ayuda desinteresada de las abuelas quienes, con su presencia y su sonrisa, nos facilitan la labor de una manera que considero imposible de explicar, dada su magnitud. Y no me olvido tampoco de los amigos).
Los que aún no tenéis hijos os diré que, si algún día los tenéis, prepararos para el caos inicial. Luego se pasa y todo se hace más llevadero hasta límites desconocidos, pero los primeros días....ufffffff.
Llevo varios días en el Hospital y ya me considero uno más de la plantilla. Me conozco todos sus recovecos, todos los horarios, los truquillos fundamentales para la supervivencia (emplazamientos de las máquinas de café y agua), los ascensores menos utilizados, etc.
De estos días allí conseguí llegar a la conclusión que el Hospital es el lugar donde más se mezclan los sentimientos más opuestos y de una manera fortísima. Por un lado están las tristezas (familiares muy malitos e incluso alguna muerte, etc.), por otro lado las preocupaciones (dudas sobre el estado de salud ajeno y propio incluso), las alegrías (resultados positivos para el paciente) y alegrías extremas (nacimientos de niños con la impresionante felicidad para las familias) y es curioso porque, por mucho que lo pienso, no encuentro otro lugar en el mundo donde exista tal mezcolanza de sentimientos y allí no es difícil que se crucen dos personas por un pasillo con estado de ánimo completamente antagónicos. Muy curioso.
Bueno, pues dicho esto os pido paciencia por lo dicho: En los próximos días escribiré de una manera más pausada, pero en ningún caso pararé de hacerlo.
GRACIAS.
1 comentario:
Enhorabuena Lan!!!.
Quién sabe, a lo mejor dormir poco mejora aún más tu creatividad (si fuera posible mejorarla).
Un beso, y ya sabes, para lo que necesitéis...
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