Ayer tuve la suerte de visitar y disfrutar de uno de los sitios más peculiares que nos puede ofrecer Asturias, en lo que a gastronomía y entorno se refiere. Vaya por delante que no hablo de la preciada gastronomía asturiana sino de la japonesa y es ahí donde radica la peculiaridad del lugar, porque en medio de la montaña piloñesa, tras 16 kilómetros de carretera sinuosa y alejado de todo se halla este sitio que sin ninguna duda os recomiendo: Fuente La Lloba.
Tras un viaje poco apto pero no imposible para propensos al mareo llegamos a una casita asturiana muy coqueta con toques decorativos que claramente nos indicaban que Japón estaba muy presente. Es un lugar agradabilísimo, cuidadísimo, limpísimo y desde en los que sabes, desde el momento que llegas, que te vas a “enfrentar” a algo bueno, a algo de calidad.
Puedes comer en mesas o comer en el tatami, que consiste en una mesa baja sobre un tatami (ver foto) colocado en un lugar estratégico de la casa y para el que es obligatorio acceder descalzo. Te sientas sobre cojines e inmediatamente empiezas a empaparte de cultura nipona. El menú es sólo uno. No hay carta, salvo para las bebidas y la única elección la tienes en el postre. Creo que también puedes elegir entre comer con palillos o con cubiertos más occidentales, aunque yo tenía claro que de vivir la experiencia la viviría completa y o comía con palillos o no comía.
El menú tenía varios platos, comenzando con unas algas marinadas, unos tallarines con salsa de soja y wasabi, atún especiado y exquisito, verduras y langostinos en tempura y sushi. De postre y a elegir, bizcocho de jengibre o helado de semilla de sésamo. Todo ello en una cantidad más que razonable y de una calidad más que admirable.
De precio muy bien, aunque tuve la suerte de ser invitado por las personas que tuvieron el gran detalle de querer que conociese ese lugar y el trato dispensado por sus propietarios (uno japonés y el otro catalán) en todo momento correctísimo tirando a agradable. Como gran curiosidad destaco a la parte japonesa del dúo haciendo la cuenta ayudado por un pequeño ábaco.
Sin duda, un sitio que recomiendo a todo el mundo, con el que podéis sorprender casi seguro y que, yo creo, no os defraudará. Ah! Y creo que sólo se puede ir previa reserva…
Tras un viaje poco apto pero no imposible para propensos al mareo llegamos a una casita asturiana muy coqueta con toques decorativos que claramente nos indicaban que Japón estaba muy presente. Es un lugar agradabilísimo, cuidadísimo, limpísimo y desde en los que sabes, desde el momento que llegas, que te vas a “enfrentar” a algo bueno, a algo de calidad.
Puedes comer en mesas o comer en el tatami, que consiste en una mesa baja sobre un tatami (ver foto) colocado en un lugar estratégico de la casa y para el que es obligatorio acceder descalzo. Te sientas sobre cojines e inmediatamente empiezas a empaparte de cultura nipona. El menú es sólo uno. No hay carta, salvo para las bebidas y la única elección la tienes en el postre. Creo que también puedes elegir entre comer con palillos o con cubiertos más occidentales, aunque yo tenía claro que de vivir la experiencia la viviría completa y o comía con palillos o no comía.
El menú tenía varios platos, comenzando con unas algas marinadas, unos tallarines con salsa de soja y wasabi, atún especiado y exquisito, verduras y langostinos en tempura y sushi. De postre y a elegir, bizcocho de jengibre o helado de semilla de sésamo. Todo ello en una cantidad más que razonable y de una calidad más que admirable.
De precio muy bien, aunque tuve la suerte de ser invitado por las personas que tuvieron el gran detalle de querer que conociese ese lugar y el trato dispensado por sus propietarios (uno japonés y el otro catalán) en todo momento correctísimo tirando a agradable. Como gran curiosidad destaco a la parte japonesa del dúo haciendo la cuenta ayudado por un pequeño ábaco.
Sin duda, un sitio que recomiendo a todo el mundo, con el que podéis sorprender casi seguro y que, yo creo, no os defraudará. Ah! Y creo que sólo se puede ir previa reserva…
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