lunes, 11 de mayo de 2009

Pequeños Placeres


Uno de los mayores placeres que puede tener el que suscribe es desayunar opíparamente en el buffet de un gran hotel de una capital europea. Digo un gran hotel por decir algo y digo capital europea por lo mismo, que con tal de desayunar, lo mismo me da que sea en Londres, Tokyo o Villafáfila.

En esos desayunos buffeteros uno suele perder la vergüenza hasta el punto de tomar diferentes tipos de frutas, recargar el plato con dosis extra de colesterol en forma de salchicchas y huevos revueltos, otro plato hasta arriba de bollería, una tostada con mantequilla y mermelada y fruta para disimular y salir de allí con la idea de haber hecho una comida sana.

Yo soy de esos, pero no llego al límite de llevar una bolsa para introducir alimentos como vi hace unos años hacer a una british pareja en un hotelito menorquín y tampoco llego al nivel de tener delante de mi uno de los mayores buffets del país y comer sólo un racimo de uvas. Ahora que lo que más me impresionó fué ver en un hotel de Amsterdam un panal con miel de abeja para que te sirvieses tu mismo directamente del mismo. Quizás se le ocurra a alguien poner una vaca para que ordeñemos nosotros mismos la leche...

Creo que si tuviese que elaborar un listado de las cosas que más me gusta hacer en este mundo, esta se situaría entre las cinco primeras.

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