Tampoco es igual la cara de las personas. Hace pocas semanas se notaba mejor la expresión de alegría en los rostros, pero esa expresión se va marchitando y derivando, poco a poco, hacia una expresión que no expresa nada y que es el paso previo a la melancolía que tantos disgustos nos da.
Incluso esas sensaciones bochornosas de calor se van yendo, buscando ya otros destinos y otros destinatarios, dando paso a otro calor, que es calor, pero ni parecido, que calienta pero que no calienta, que si pero que no.
Y es que inevitablemente el verano se nos va. En menos de quince días llegaremos a septiembre y ya miraremos hacia atrás en vez de hacia adelante para alegrarnos y hacia adelante en vez de hacia atrás para entristecernos, empezaremos a pensar en los meses de rutina inevitable que nos quedan por delante para volver a vivir algo parecido a lo vivido en los últimos meses y, como ocurre en diciembre, haremos propósitos para la nueva temporada y desearemos que todo sea igual o mejor que la pasada campaña. Me da pena, porque adoro el verano, porque el calor me hace sonreír y porque me gusta mucho, muchísimo la luz y la luz que nos da el verano es especialmente luminosa.
Quizás lo más inteligente ahora sea rendirse, hacer lo que el otoño y el invierno tengan a bien y esperar agazapados el momento, porque en unos siete u ocho meses tendremos nuestro momento para reconquistar la luz, el calor y, por fin, volveremos a disfrutar de todo esto que tanto nos gusta. Y que nadie olvide que hoy es 17 de agosto y aunque este post sea tirando hacia abajo, seguro que el verano nos dará todavía alguna alegría más.... Tiempo al tiempo.
1 comentario:
Jaja, esta es una ventaja de donde yo vivo! la ciudad de la eterna primavera ! saludos
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