lunes, 20 de abril de 2009

Emociones Fuertes


Mentiría como un cosaco (¿mienten los cosacos?) si dijese abiertamente que me gustan las emociones extremas. No sería yo si comentase las ganas que tengo de tirarme por un puente colgado de una cuerdecilla y nadie me reconocería si expresase mi deseo de lanzarme en paracaidas a 2000 metros de altura. De hecho yo siempre jugué el papel de "sujetachaquetas" en las atracciones feriales tipo "El Pulpo", "El Rotor" y un sinfín de ellas más. Entre que no me hacen gracia y que me mareo nada más pensar en ellas, opté un buen día por dejar de hacerme el valentón y dedicarme a sujetar las chaquetas y objetos de valor a mis amigos los intrépidos. Así ganábamos todos.


Pero si tengo que hablar de una emoción fuerte esa es la que yo viví en mi infancia preadolesecente junto mi primo Goyito. Goyito es un primo segundo o tercero por parte paterna que, a ser sinceros, desconozco de su existencia y que me imagino, aunque no lo puedo asegurar al cien por cien, que seguirá vivo en algún lugar del mundo (En estos casos siempre me pregunto: "¿Qué estará haciendo Goyito en este momento?").


El caso es que Goyito era la persona más graaaaande que jamás había visto yo. Medía como 3 veces yo, tençía gafas y una moto de cross para andar por el pueblo que deberíais verla. Un buen día me invitó a dar un paseo en ella y ya empezamos mal cuando debido a su perímetro barriguil tenía que agarrarme a su camisa como se agarra alguien que está a punto de caer al vacío. También por su tamaño yo llevaba medio culo (quizás debería decir...pompis) fuera, dado que el suyo ocupaba el 93% del asiento. En cinco minutos me vi yo manteniendo el equilibrio en el asiento de aquella Puch Cobra o Condor o qué se yo y rezando todo lo rezable para no caer a la cuneta a la vez que dejaba mis uñas en la camisa de Goyito porque veía que de un momento a otro me iba a caer a aquella carretera, el no se daría ni cuenta y mi familia me buscaría a lo largo y ancho del país sin dar resultado, dada mi pequeña mala suerte en estos casos.


Aquel viaje que no sé lo que duró me pareció eterno. Crepo que era de la casa al bar, pero a mi me pareció que era de Sevilla a Moscú. Al llegar me apetecía abofetear con todas mis ganas a Goyito y mandarle a tomar por ahí aunque las vibraciones a las que me sometió semejante pilotaje me dejaron huella y no fuí capaz ni de articular palabra en los 3 meses siguientes.


Goyito, Goyito....como algún día te pille por ahí.....

1 comentario:

MG dijo...

Hablando de emociones fuertes, pero bueno, al final te tiraste por la farola o no
???