Querido Julie
Esto que te escribo, he tratado de escribirlo muchas veces en los últimos días, pero no había sabido — no sé todavía- como, pero pienso en ti mientras lo hago y sé, espero, que comprenderás, que estás escuchándome, que te sonríes sobre mi hombro, mientras escribo esto para tí, Julián.
¿Qué te digo? Lo que te dije cuando nos vimos el mes pasado. Lo que te dije siempre que pude — gracias. Gracias por estar ahí cuando bajé del avión, lleno de ilusiones. Gracias por estar ahí para ayudarme a levantar los pedacitos, cuando se rompieron, poco a poco, esas mismas ilusiones y gracias por recordarme, mientras barríamos los restos, que el optimista por defecto era yo. Gracias por esas charlas nocturnas en el Chino. Gracias por escucharme.
Gracias por adoptar a Miss Audrey Dear y darle un hogar, cuando estuve incapacitado para hacerlo yo; gracias por enseñarme a decir tacos en castellano para que la gente no me viera con extrañeza. Gracias por haberme traído a esta casa y ser el primero de mis amigos en entrar a ella.
Gracias por, literalmente, darme la camisa cuando fui náufrago, darme de comer cuando estuve hambriento, darme orientación cuando me perdí, darme el superglú cuando tuve roto el corazón, y darme una familia cuando fui huérfano.
Gracias por ser el “yo” que me hablaba, en el blog que tuve antes. Y gracias por prácticamente obligarme a abrir este otro. Gracias por compartir conmigo tu nombre secreto. Gracias por la complicidad. Gracias por no mosquearte cuando no veíamos el mismo punto, evento o persona, bajo la misma luz. Gracias por llevarme al Entierro de la Sardina. Gracias por reirte de mis malos chistes, por ser mi amigo, por ser mi hermano grande, mi mamá y mi papá.
Gracias, Julie. Gracias por dejarme entrar. Por ser cotilla conmigo y por reírte conmigo. Por devolverme la fe muchas veces cuando estuve por tirarlo todo. Por meter el hombro, por asustarte cuando creías que me lanzaba al vacío sin red. Por muchas veces, ser esa red.
Gracias por Coqui y por Candela. Por ese cariño grande y bueno. Por las reconvenciones y las licencias. Por los nombres clave que sólo nosotros entendíamos (“hay un frente frío en Esto-es-el-colmo”, “hay un sol brillante en San Lorenzo”). Gracias por darme mi lugar donde no era evidente. Gracias por recordarme dónde no era mi lugar también.
Gracias por las gominolas y las cebolletas. Por la pasta y la sardina planetaria. Por reírte conmigo, por dejarme llorar cuando hizo falta. Por lo que me dijiste la última vez que nos vimos sobre la paciencia y el cariño. Por lo que me dijiste la primera noche que estuve aquí, sobre la paciencia y el cariño. Por todas tus enseñanzas sobre la paciencia y el cariño.
Gracias, Julián. Gracias por que no te despediste, pero me regalaste una sonrisa. Porque esa tarde sacamos las porteras que llevamos dentro y nos reímos porque nos hacía falta.
Gracias, también, por la música. Lo menos que puedo hacer es corresponder. Aqui tienes la voz de Cat Power (te recuerdo con mis cascos en la oreja) con una canción que sé que te gustaba, y que sin duda alguna, representa lo que eres tú, no sólo para mí, sino para todos los que te pensamos y te queremos y queremos verte de nuevo. Y lo haremos un día.
Literalmente, eres el más grande. Así entonces, hasta no verte, te abrazo fuerte, con una caja enorme de besos, y todo nuestro cariño.
Que todo se llene de amor.
1 comentario:
Vamos Lan!
Ánimo!!!!!!!
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