lunes, 20 de septiembre de 2010

73 kilometros y 10 metros


Hace años, algunos años, decidí que algún día en mi vida tenía que ir andando desde Gijón hasta Covadonga. Tras varios intentos en los que no conseguí ponerme en marcha, el sábado pasado, a las seis y veinte de la mañana y desde la puerta de "El Chabolu", este que os escribe y otros 3 amigos comenzamos la larga caminata. Por su parte, el día anterior ya habían salido otros 3 con los que nos reuniríamos la noche del sábado para hacer todos juntos la última etapa, la que nos llevaría a uno de los lugares más bonitos de nuestro país. Empezaba con mucha ilusión y, aparentemente, en un buen estado de forma física. La ilusión no se fue en ningún momento pero lo de la forma física ya sería otro cantar.


05:00 - Suena mi despertador. Me da pereza levantarme (como casi siempre) pero por otra parte tengo una ilusión que no me cabe en el cuerpo. Me ducho, desayuno fuerte y me preparo bien para lo que me espera por delante.


06:10 - Quedamos los cuatro en una calle que está a unos 500 metros de mi casa. dos de ellos nos recogen a los otros dos en un taxi que ya nos puso las pilas. Era un taxi algo macarra, con lunas tintadas y una pantalla de unas 15 pulgadas colgando del techo donde nos obligaban a escuchar a Eminem a un volumen que casi dificultaba nuestra comunicación. El taxi nos lleva hasta "El Chabolu", lugar que la mayoría ya conocéis.


06:21 - Nos hacemos una foto que deje constancia de la salida y empieza la ruta. Es de noche cerrada, lo que para mí le da un encanto especial. Por supuesto no se percibe vida humana y sólo se escuchan nuestras voces y nuestros pasos. Está lloviendo de manera muy débil y comienzan las cuestas (tonterías comparadas por lo que nos quedaría por ver).


Nos quedaban por delante 50 kilómetros hasta Llames de Parres, donde nos reuniríamos con los que iban delante y donde dormiríamos esa noche. 50 kilómetros que, para mí, no se hicieron ni largos ni cortos, sino lo justo. 14 horas de ruta, con sus paradas para un breve descanso en Peón, para desayunar (de nuevo) en Amandi, para tomar una botella de sidra en Breceña, para comer un bocadillo de chorizo frito "de casa" en un bar de Anayo, para disfrutar de una vista impresionante pasado Millares y para hacer unas fotos en la "pancarta de último kilómetro", justo antes de comenzar la última subida hasta el lugar donde ya pararíamos para, por este orden, ducharnos, tomar una copa, ver empatar al Sporting, cenar, dormir muy bien, ducharnos, desayunar pan tostado con mermeladas caseras, escuchar el mitin de la dueña de la casa que nos cobijó y de nuevo mochilas al hombro para afrontar, a las 8 y media de la mañana, los 23 kilómetros que nos quedarían para llegar a la meta final.


Esos 23 kilómetros fueron especialmente bonitos. Personalmente le tengo muchísimo cariño a toda esa zona y cada vez que estoy por allí la disfruto muchísimo. Además ya estábamos los siete caminando juntos (aunque luego se formarían tres grupos claramente diferenciados por diferentes motivos) y el tiempo no pudo ser mejor. Por cierto, grandísimo recuerdo tengo del culín de sidra que me ofrecieron justo antes de la entrada en Covadonga, a eso de las 13:40, en el momento en el que empieza la última subida hacia la Gruta y la Basílica. No sé si era el momento o el líquido en si, pero temo que sea la mejor sidra que haya probado en mi vida.


Fueron 36 horas de puro disfrute, de estar con los amigos y reír, de ver paisajes alucinantes, de comer eso que nos encanta comer en este tipo de situaciones, de conversaciones, de planes de futuro, de las típicas tonterías que sólo se dicen en este tipo de encuentros y que a nadie le haría gracia escucharlas porque sólo tienen gracia en un determinado contexto. 36 horas de subidas y bajadas, de llano, de asfalto, de monte, de barro, de agua, de ríos, de lluvia y de sol. 36 horas que recomiendo a todo el mundo y aunque tuve la mala suerte de contar con dolorosas ampollas desde las 2 horas de ruta que condicionaron de una manera muy seria el resto de la travesía, en ningún momento perdí la ilusión ni se me pasó por la cabeza abandonar...


De verdad, una buenísima experiencia que me vino en el momento justo y que, ahora, una vez que me voy recuperando, ya tengo ganas de volver a repetir. Soy feliz por haberlo hecho.

3 comentarios:

Amo a laura dijo...

Pero que envidia tengo!!! Enhorabuena porque realmente suena genial.

Lan dijo...

Gracias. Realmente fue genial y en un post no lo puedo contar como yo quisiera hacerlo.

De verdad que cuánto más tiempo pasa más me apetece repetirlo.

Anónimo dijo...

Verás como a la siguiente vamso.