Hay situaciones muy estresantes en la vida de una persona. Dicen que las más fuertes que un ser humano puede soportar son la muerte de un ser querido, una separación y una mudanza (no necesariamente en este orden), pero yo podría añadir una más y que casi la sufro semana a semana y que, estoy seguro, sufrimos muchos.
Cada semana, por poner una periodicidad, me veo en un supermercado haciendo la compra. Unos días es más voluminosa que otros y unos días es necesario rellenar hasta el rebose un carro de los grandes y otros días es suficiente con una cestilla de plástico de esas en las que siempre alguien se deja olvidado una bolsilla de plástico de las de coger fruta o un ticket del turno de la charcutería. En esos días, más tarde o más temprano y si no quieres tener un problema, hay que pasar por caja y ahí es donde se produce el verdadero y temido estrés.
Empiezas a vacíar el carro a una velocidad de 0,3 productos por segundo, pero la persona encargada de cobrarte los pasa por el escáner a una velocidad tres o cuatro veces superior con lo que es imposible seguirle el ritmo. Una vez que has conseguido vaciar el carro sobre la cinta transportadora te vas a la otra zona a empezar a llenar bolsas intentando coordinar tus movimientos para poder ir a la vez que el profesional...pero es totalmente imposible. Las prisas aumentan, los nervios florecen y no das abasto con tanto producto. El incansable cajero sigue y sigue, consiguiendo formar una montaña en un periquete. Una montaña que se te hace imposible meterla en esas bolsas que resbalan por tus manos. Mientras tanto hay una legión de personas detrás de ti que te escrutan con la mirada y que si pudiesen aniquilarte lo harían allí mismo, que esperan impacientes su turno sin saber que a ellos les pasará lo mismo. Queda, al menos, la mitad de la compra aún por embolsar y ya oyes una voz que te dice cuánto debes pagar. No sabes qué hacer, si pagar y embolsar, embolsar y pagar o echar a correr. Hagas lo que hagas tu actitud será recriminada por esas personas que tienes detrás y que no conocen el significado de la palabra solidaridad porque no se dan cuenta que ellos se verán así en cuestión de minutos, segundos quizás.
Al final, tras un buen atragantón, consigues meter todo en las bolsas, pagar, recibir el cambio y marchar de allí cabizbajo y físicamente destrozado como si acabases de participar en un combate de sumo y uno de esos luchadores orientales hubiese pasado por encima de tí saboreando su victoria. En ese momento, casi nadie lo hace, pero si miras a la cara del cajero podrás ver en su rostro una expresión de satisfacción en la que se puede leer "Uno más. A por el siguiente".
Juras mentalmente que nuca te volverá a suceder lo mismo, que entrenarás lo que sea necesario, pero semanalmente la historia se repite.
Cada semana, por poner una periodicidad, me veo en un supermercado haciendo la compra. Unos días es más voluminosa que otros y unos días es necesario rellenar hasta el rebose un carro de los grandes y otros días es suficiente con una cestilla de plástico de esas en las que siempre alguien se deja olvidado una bolsilla de plástico de las de coger fruta o un ticket del turno de la charcutería. En esos días, más tarde o más temprano y si no quieres tener un problema, hay que pasar por caja y ahí es donde se produce el verdadero y temido estrés.
Empiezas a vacíar el carro a una velocidad de 0,3 productos por segundo, pero la persona encargada de cobrarte los pasa por el escáner a una velocidad tres o cuatro veces superior con lo que es imposible seguirle el ritmo. Una vez que has conseguido vaciar el carro sobre la cinta transportadora te vas a la otra zona a empezar a llenar bolsas intentando coordinar tus movimientos para poder ir a la vez que el profesional...pero es totalmente imposible. Las prisas aumentan, los nervios florecen y no das abasto con tanto producto. El incansable cajero sigue y sigue, consiguiendo formar una montaña en un periquete. Una montaña que se te hace imposible meterla en esas bolsas que resbalan por tus manos. Mientras tanto hay una legión de personas detrás de ti que te escrutan con la mirada y que si pudiesen aniquilarte lo harían allí mismo, que esperan impacientes su turno sin saber que a ellos les pasará lo mismo. Queda, al menos, la mitad de la compra aún por embolsar y ya oyes una voz que te dice cuánto debes pagar. No sabes qué hacer, si pagar y embolsar, embolsar y pagar o echar a correr. Hagas lo que hagas tu actitud será recriminada por esas personas que tienes detrás y que no conocen el significado de la palabra solidaridad porque no se dan cuenta que ellos se verán así en cuestión de minutos, segundos quizás.
Al final, tras un buen atragantón, consigues meter todo en las bolsas, pagar, recibir el cambio y marchar de allí cabizbajo y físicamente destrozado como si acabases de participar en un combate de sumo y uno de esos luchadores orientales hubiese pasado por encima de tí saboreando su victoria. En ese momento, casi nadie lo hace, pero si miras a la cara del cajero podrás ver en su rostro una expresión de satisfacción en la que se puede leer "Uno más. A por el siguiente".
Juras mentalmente que nuca te volverá a suceder lo mismo, que entrenarás lo que sea necesario, pero semanalmente la historia se repite.
5 comentarios:
Lan, que razon tienes, me siento identificado, y no te digo nada como se complica el tema si pagas con tarjeta
Esta tarde hemos estado en el supermercado y nos hemos acordado de tu comentario. Hemos dejado las mil cosas en la cinta, nos hemos mirado, hemos retado a la srta. cajera y... nos ha superado.
Querido MG, qué razń tienes en lo del pago con tarjeta. que si la saco, que si enseño el dni, que si no hay línea, que si firmo, que si guardo el papelillo que luego acaba pudriendo dentro de la cartera...pero todo eso es tiempo que ganamos para meter los productos en bolsas y salir de allí del modo más airoso posible.
Gracias por escribir!!!
Gracias Ilustre Ciudad por escribir. Me alegro de veros de nuevo por aquí, que ya se os echaba de menos. Manda saludos al Expreso de La sidra que hace tiempo que ni le veo ni le leo.
Respecto al comentario, tienes razón que cada compra es un reto con la cajera, pero mentalízate: Ellas siempre ganan. Tienen muchas horas de entrenamiento y se nota.
Gracias.
Muy bien descrito, cuantas veces pensé lo mismo q tú.
En cuanto a "ellas siempre ganan", claro q siiiii, acaso dudas del potencial de las féminas ??? Uhmmm, craso error amigo LAN.
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