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La última de ellas fue una mudanza donde yo pensaba que yo era el Rey del Mambo y que iba a ser todo coser y cantar, donde me reía de aquellos que me decían frase como "Ya verás como tienes muchísimas más cosas de las que te imaginas" y donde me las daba de ser superior al creer que en cuestión de dos horas estaría en mi nuevo hogar como si nada hubiera pasado y riéndome a carcajadas de todos aquellos consejitos que había recibido en las jornadas previas.
Pero, aaaaay amigos, que equivocadísimoo estaba. De pronto me vi en una casa que no era la mía con cajas que se apilaban a modo de skyline neoyorkino y que se contaban por millares, con bolsas de basura cargadas de objetos inservibles y que para mi recuerdo eran ya inexistentes, con enoooormes pelotillas de polvo que me miraban con cara amenazante, durmiendo en un lugar extraño donde al despertar me pegué un buen bofetón contra un armario que mi mente no había asimilado aún y en un baño que no era el mío, porque parece una pijada, pero ducharse en ducha ajena no suele ser tarea fácil. Toda una experiencia que a pesar de haber vivido ya 4 veces a lo largo de mi vida, no la recordaba tan dura.
El caso es que ya voy recuperando mi sitio, las cajas van desapareciendo y las pelotillas son imperceptibles aunque, sinceramente, comparar una mudanza a la muerte de un familiar o a un divorcio me hace pensar que entre la corte de expertos que un buen día se reunieron para decidir las tres causas más estresantes del mundo mundial, algún pusilánime existe...
Anda que no habrá guerras, situaciones económicas tremendas e injusticias por el mundo. En fin...
1 comentario:
Lo mejor son esas cosas que metiste un día en una caja y que cuatro mudanzas después siguen en la misma caja, van de trastero en trastero. Te sirven para recordar que mudanceiros te hicieron el trabajo en las mudanzas anteriores.
Nos sobran cosas.
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