Existen una serie de festividades en mi calendario que barrería de un plumazo y que jamás echaría de menos. A ver si adivináis a qué fiesta me refiero hoy...
No sé porqué no me gusta, porque la verdad es que no me hizo nada ni me molesta que exista, pero es que no me gusta nada, nada, nada. Únicamente puedo destacar negativamente cuando aquel amigo nos invitó a pasar un carnaval en cierta localidad del interior vasco, a temperaturas máximas de - 3 grados y mínimas de - 6 y con un apropiadísimo disfraz de Hare Krisna (o como leches se escriba) consistente en una túnica de trapexo (dícese de esas telas que ni tapan, ni abrigan ni ná de ná) y en una calva postiza (de haberlo hecho hoy me ahorraría un dinero en este complemento). Vamos, el disfraz era "impresionante". Yo creo que la gente nos confundía con los de verdad y todo... . Que majete aquel chaval, que majete.
Pero no es por aquello por lo que no me gusta el carnaval y en estos días me daba cuenta de que cuando salía por la calle mi semblante era de media sonrisa, porque tenía que hacerlo (dado el ambiente festivo) pero mi cuerpo no me lo podía, con lo que tenía que forzar al máximo para que pareciese que llevaba esperando este puente como si fuese el más importante del año.
De todas formas, me quedo con lo bueno: Los Frixuelos. Ricos donde los haya y algo que todo ser humano debería de probar antes de morir. Calentitos, con azúcar y en mi caso, mojaditos en Colacao (aquí ya sé que lo acabo de fastidiar para más de uno). Uno de los mayores placeres que una persona se puede llevar a su boca, ¿si o no?
Disfruten, pues, de lo que les queda de esta fiesta a los que realmente la disfruten...
1 comentario:
Tan mal lo pasaste, oh!
Publicar un comentario