domingo, 1 de marzo de 2009

Fetén


Tarde de domingo, llueve copiosamente, una ciudad mediana y carente de actividades infantiles y con la impagable compañía de mi hija de cuatro años con una energía desbordante y que necesita ser canalizada de algún modo. De pronto a mi neurona 2 le da por recordar que esta semana se celebra en la ciudad una Feria de Teatro para Niños con lo que me agarro a esa luz como sea. Miro el programa y...bingo: A las cinco de la tarde un cuentacuentos hará lo que mejor sabe, con lo que nos plantamos allí medias hora antes dispuestos a hacer cola y a sabiendas de lo que ocurre en estos sitios si vas con el tiempo algo justo.

Nos acomodamos en la sala expectantes y aparece por la puerta de entrada un tipo de los que denominamos "raro" y todos sabemos a lo que me refiero. Una persona de unos cincuenta y pico años que no ofrece ninguna confianza y al que, a priori, jamás le confesarías nada porque tienes grandes probabilidades de ser traicionado. El tipo se sienta en una silla y con una caja al estilo de Forrest Gump sin decir una palabra y sin esbozar ni la más mínima sonrisa saca una vela, una botellita con un líquido similar a un ron añejo y otra botellita con un líquido acuoso que lanza por el escenario a modo de agua bendita (recuerdo, porque es importante, que su público son principalmente niños entre 2 y 12 años y padres de esos niños que andamos más pendientes de ellos que de el "raro"). Tras esa pequeña performance, el "raro" empieza a hablar de su infancia y de su abuela que jamás le hizo caso y nunca le contó un cuento (más alegría para la infancia) y tras 32 minutos cronometrados de reloj ya empezó a contar un cuento, que era para lo que allí estaba "raromán". Si alguien se lo pregunta, a los 10 minutos mi hija ya me vino diciendo que tenía miedo y que se quería ir y, la verdad, no me extrañaba nada. Cuando me pareció que la tomadura de pelo ya era lo suficientemente consistente nos fuimos.



Por suerte, y dentro del marco de esa Feria de Teatro nos encontramos a la salida con un pasacalles basado en el funky muy divertido y colorista y que nos hizo bailar, pasarlo bien y, sobre todo, quitarnos el mal sabor de boca de aquel individuo a los que sólo unas chicas ataviadas con gafas de pasta le reían las historias terribles que contaba, mirándonos al resto como si fuésemos incultos teatrales (cosa bastante probable, al menos por mi parte).


En fin, que al final solucionamos la tarde de domingo y que aplaudo la iniciativa de este ayuntamiento de organizar esta Feria de Teatro, pero que pena de cuentacuentos, maaadre mía....

No hay comentarios: