Durante mucho tiempo nos estuvimos viendo pero nunca nos dijimos nada. Tu siempre tan fría, tan distante, siempre en tu lugar. Yo te miraba de reojo pero sin mediar palabra ni gesto que hiciese previsible un acercamiento hacia la normalidad de antaño.
En los últimos meses te empezaba a echar de menos aunque podía vivir sin ti perfectamente, pensaba mucho en lo que me dirías el día que me acercase a tí, pero el miedo al rechazo me hacía volverme hacia atrás en el último momento casi sin que te dieses cuenta. Muchas veces estuve a tu lado y tú ni me miraste. Hablabas a otros y yo, como si no me importase, seguía mi camino apartado de tí.
Ayer, de nuevo, te ví pero ejercías sobre mí una fuerza poderosa que me llevaba a acercarme, a decirte algo, a empezar de nuevo nuestra antigua y ya casi olvidada relación. No sabía muy bien qué decirte para que todo este tiempo que había pasado no pareciese demasiado y poder hacer como si este periodo de sequía emocional no hubiese existido.
Pero me lancé. Podría estar mucho más tiempo sin saber de tí, pero ayer decidí lanzarme y abordarte y, como jarro de agua helada, me dijiste lo que yo no quería oir. Aquello por lo que durante tanto tiempo te había ignorado y por lo que estaré mucho tiempo sin volver a mirarte.
Maldita báscula..., ¿no estarás equivocada?
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