Parece que fué ayer cuando, a través de este mismo blog, me quejaba amargamente de lo que me venía por delante tras el cambio horario que nos hace pasar de golpe del verano al crudo invierno y hoy me veo en la misma situación, pero al revés, con más luz, más calor (poco más), más planes de cara al futuro, más optimismo porque es inminitente la llegada de la época que más me gusta del año: el pre-verano.
El pre-verano, como su propio nombre indica, se refiere a esa época en la que la temperatura empieza a subir, las terrazas comienzan a surgir espontáneamente por las calles, las mangas se van acortando poco a poco y las conversaciones se van centrando más en planes estivales que en rutinas invernales a la vez que las pieles empiezan a tostarse
En el pre-verano se celebran las comuniones. Todas las comuniones, y no se por qué, se celebran en Mayo. Todas...menos la mía, que la celebré en la intimidad familiar a mediados de agosto en una pequeñita capilla (la del Sanatorio Marítimo) y luego la festejamos en la Cafetería Auseva, que tenía un salón muy coquetuelo para este tipo de eventos en la planta baja de su local del Paseo de Begoña. Yo, por inmensa suerte, iba vestido normal (sin galones ni medallas) y portaba orgulloso mi más preciado torfeo de aquel día: Un llaverito que era un bote de Colón en miniatura que para darle más credibilidad rellené de detergente que encontré por casa.
Pero merece especial atención pararse a recordar esos regalos que se suelen dar en esas fechas señaladas y que, francamente, no hay por donde pillarlos. Me refiero a toda esa serie de productos nacarados mezclados con letras doradas que salen a relucir en estos días. Esos díarios forrados en una telilla brillante que si les pasas la uña hacen un sonido así como "rrrikki rrrikkii, fris fris", esos recordatorios en los que sale el protagonista en cuestión mirando al cielo y con un fondo nebuloso y, como no, ese boligrafo plateado que llevaba un reloj digital incorporado con un botoncillo al que si pulsabas una vez te reflejaba la fecha y si lo pulsabas una segunda vez te mostraba los segundos. Una maravilla de la técnica con utilidad sin límites y que iba metido en un estuche también forrado con esa telilla de "fris, fris" de la que antes hablamos.
Y es que, ¿A quién se le ocurriría por primera vez la utilización del nácar como producto regalable?. En fin...a disfrutar del pre-verano!!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario