Debería ser obligatorio por ley el tener que soñar cosas bonitas y agradables. Eso haría que nos despertásemos de buen humor, que descansásemos mejor y que fuésemos más felices, si cabe, en nuestra vida cotidiana.
Y es que esta noche tuve un sueño extraño y feo (en realidad tuve dos). No era una pesadilla de esas que te levantas de golpe con el corazón a mil por hora y con un exceso de sudoración que no consigues ni corriendo la Marathón del Sahara, pero era un sueño para no repetir, por feo y por insulso.
Soñé (atención a la mezcla y extrañeza del mismo) que vivía en Rumanía, en una ciudad que no se cuál era pero me imagino que Bucarest porque no conozco otra (ignorancia geográfica se llama eso) y mi casa era en un bajo comercial. Allí dentro de aquel bajo tenía mi cama, mi ropa, la cocina, todo menos el baño porque para ir a ducharme tenía que salir de aquel bajo comercial ubicado en un barrio poco iluminado de Bucarest y dirigirme a otra calle donde estaba la ducha (también en otro bajo comercial). En el sueño estaba acompañado y no recuerdo por quién (por suerte para él o para ella) y se desarrollaba de madrugada.
No me gustó nada, me levanté con la sensación de haber perdido una noche, con ganas de coger el primer avión a España y con necesidad de soñar cosas bonitas que me alegren la noche.
Debo decir que en mi vida estuve en Rumanía (al menos de forma consciente), que no tengo especial interés por vivir en un bajo comercial y adoro la luz...por si alguien quiere interpretar mi sueño.
Pero es que a veces ocurre que soñar cosas bonitas puede ser todavía peor. Te sitúas en un momento que eres completamente feliz, que estás haciendo algo que estás disfrutando a tope, con sensaciones indescriptibles de placer mental y que, probablemente, nunca tendrás....o si. En estos casos el cuerpo te queda melancólico y con mucha pena por haber vivido algo tan bonito pero que ya haya pasado y que, seguramente, no volverá.
Y es que esta noche tuve un sueño extraño y feo (en realidad tuve dos). No era una pesadilla de esas que te levantas de golpe con el corazón a mil por hora y con un exceso de sudoración que no consigues ni corriendo la Marathón del Sahara, pero era un sueño para no repetir, por feo y por insulso.
Soñé (atención a la mezcla y extrañeza del mismo) que vivía en Rumanía, en una ciudad que no se cuál era pero me imagino que Bucarest porque no conozco otra (ignorancia geográfica se llama eso) y mi casa era en un bajo comercial. Allí dentro de aquel bajo tenía mi cama, mi ropa, la cocina, todo menos el baño porque para ir a ducharme tenía que salir de aquel bajo comercial ubicado en un barrio poco iluminado de Bucarest y dirigirme a otra calle donde estaba la ducha (también en otro bajo comercial). En el sueño estaba acompañado y no recuerdo por quién (por suerte para él o para ella) y se desarrollaba de madrugada.
No me gustó nada, me levanté con la sensación de haber perdido una noche, con ganas de coger el primer avión a España y con necesidad de soñar cosas bonitas que me alegren la noche.
Debo decir que en mi vida estuve en Rumanía (al menos de forma consciente), que no tengo especial interés por vivir en un bajo comercial y adoro la luz...por si alguien quiere interpretar mi sueño.
Pero es que a veces ocurre que soñar cosas bonitas puede ser todavía peor. Te sitúas en un momento que eres completamente feliz, que estás haciendo algo que estás disfrutando a tope, con sensaciones indescriptibles de placer mental y que, probablemente, nunca tendrás....o si. En estos casos el cuerpo te queda melancólico y con mucha pena por haber vivido algo tan bonito pero que ya haya pasado y que, seguramente, no volverá.
Quizás sea peor esto que un mal sueño...
1 comentario:
Como yé? tu soñando con vivir en "la Rumanía" y ellos soñando con vivir aquí!!! Tu hablas de Calderón y yo de Paco Ibáñez (mucho más cercano) y su canción "El mundo al revés". Todos los que tenéis niños a buscarla y a ponérsela a vuestros retoños YA. Guerra a las canciones tontas de los lunnis y compañía.
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