¿Clientes? (17 de marzo)

Acabo de caer de la burra, como se dice coloquialmente cuando te das cuenta de algo o cuando vas montado encima de una burra y te caes al suelo (maadre mía, esto no lo hace ni Arévalo).

La cosa es que desde hace tiempo observo con mucho detenimiento los cambios que se van produciendo en los supermercados, en sus costumbres y es ahí donde pude descubrir que las personas que trabajan en las cajas son verdaderas plusmarquistas del embolsado. Creo que cuando entras a trabajar en un supermercado te ponen una cinta de entrenamiento en tu casa, con bolsas, códigos de barras y hasta un maniquí que hace de cliente para poder mejorar día a día y ser imbatible (por favor, si alguien del gremio lee este blog que nos confirme este dato).

Pero es que la cosa va más allá. No se si os habéis dado cuenta, pero los clientes somos cada vez más trabajadores y cada vez menos clientes. Es que además de tener que embolsar, lo cual es muy duro y más aún si tienes detrás a una fila de clientes que con sus miradas, chasquidos con la lengua a modo de fastidio y soplidos de desesperación te ponen en un estado de ansiedad que no lo superaría ni un astronauta, la fruta la tenemos que escoger, embolsar y pesar nosotros y sólo nosotros. Además, en muchas ocasiones la mercancía la tenemos que sacar de sus embalajes que están apilados por los pasillos, y casi casi tenemos que hacernos el pan cuando llegamos a casa. Y saliendo de los supermercados, no debemos olvidarnos tampoco de los muebles suecos, esos a los que siempre les falta una pieza, ni de los viajes que planeamos por internet ni de tantas y tantas cosas que seguro os daréis cuenta de ellas.

Y dicen que todo esto lo hacen para ahorrar costes y que repercuta en los precios finales del producto...pero es que yo no me lo acabo de creer.