Estrenar toallas para la ducha es uno de mis mayores sufrimientos. Son toallas que no secan y que tienen que esperar a ser lavadas 600 veces aproximadamente hasta que empiecen a secar un poco.
Estrenar un pantalón vaquero es otra cosa que se me hace insoportable. Hasta que el pantalón coge la forma y el color que deseas pueden pasar meses. Mientras tanto la pinta de "pringadín" no te la quita nadie. A veces, incluso, jamás logras que el pantalón alcance esas óptimas condiciones para que te lo pongas a gusto.
O estrenar unos zapatos con los que tienes un 97 % de probabilidades de llegar a casa con una herida sangrante en tu talón (Y esto no lo digo yo. Lo dice la Agrupación de Zapateros de Villajoyosa AZV).
Y no hay nada como estrenar peluquero fiasco. El peluquero fiasco es aquel que previemente no conoces y te corta el pelo con toda la ilusión del mundo pero...con resultados lamentables y ahí si que no hay nada que hacer, salvo poner un gorro. Te puedes tirar mes y medio con cabeza de melón hasta que la naturaleza va arreglando el desaguisado que te montaron, te vuelve a crecer el pelo y encuentras, con suerte, un peluquero que no sea tan fiasco como el anterior. En este aspecto recuerdo a un peluquero (al que no volví y le retiré el saludo) que un buen día me plantó un salto de nuca, el cabrito, que me hacía parecer un campesino americano de los años 50 (con todo mi respeto hacia los campesinos y hacia los americanos).
Vale, que soy un poco repunante (sin g), pero a ver que hubieseis hecho si el pelquero cabrón os hace un salto de nuca sin haberlo pedido...