lunes, 9 de febrero de 2009

Historias del Alsa


El Alsa es algo que los asturianos llevamos muy dentro, porque todos (y lo digo sin miedo a equivocarme) hemos cogido uno alguna vez en nuestra vida. Todos recordamos ese olor característico mezcla de humo y gasoleo, de conductor y de perfume de viajera sentada dos filas más atrás. Esa vibración de los cristales inoportuna que surge cuando apoyas la cabeza para echar una siestecilla que te haga el viaje más corto o los más afortunados que habrán disfrutado de esos obsequios de la clase supra consistentes en la mayoría de los casos en un libro o en un parchís magnético para poder jugar con tu compañero de asiento sin que las fichas se desparramen por el pasillo del bus.


Una de las primeras veces que yo cogí un Alsa rumbo a Madrid con 17 o 18 años iba disfrutando de cada momento del viaje como si lo estuviese haciendo a bordo del Titanic. Me fijaba en todos los detalles como pueblerino que llega a la capital con su caja de gallinas y su maleta repleta de embutidos y al llegar a la Estación Sur el conductor por el micro empieza a decirnos que llegamos a Madrid y bla, bla, bla y cuando terminó los viajeros empezaron a aplaudir como se aplaude una función de Plácido Domingo. Yo, lógicamente, que era la primera vez que viajaba, aplaudí hasta que se me deshicieron las manos.


El problema vino la segunda vez que hice el mismo trayecto. Ahí yo ya me sentía profesional del trayecto Gijón-Madrid con parada en Mota del Marqués para tomar un bocata. En el momento de llegar a la Estación Sur de nuevo se repetía el ritual, el conductor nos agradecía la confianza y el que suscribe empezaba a aplaudir con vítores hacia García (el conductor se llamaba así) hasta que se dió cuenta que nadie le seguía perdiéndose el aplauso en el silencio del corte que me acababa de llevar (que corteeeeeeeeeeee.........) a la vez que todas las caras de los insolidarios viajeros se volvían hacia mi ya sonrojadísima jeta. Ahí me dí cuenta que en el primer viaje me acompañaban los miembros de la Asociación de Aplaudidores de Mieres del Camino (AAMC) y que en este segundo viaje iba el presidente de los pringadillos que se comen el aplauso...(yo).
Y así me quedó este trauma que yo no aplaudo ni en la función del cole de mi hija ni monto en Alsa ni voy a Madrid ni ná de ná. Si es que son unos cabrones....(los que no me siguieron el aplauso). Os la tengo jurada....

1 comentario:

txotxete dijo...

No se que era peor, si Madrid Sur o la estacion de los Alsas en Gijon....

Aunque creo que ya no llegan a Sur, todavia el otro dia veia un "Cuentame" en que salian la deplorable sala de espera y los inmundos baños...

Claro, que no habia que subir a un segundo piso como en la de Gigia