miércoles, 11 de febrero de 2009

Hospitalidad


Una dosis de buena hospitalidad es una de las cosas que una persona más puede agradecer. Que alguien te acoja en su casa, en su ciudad y que te haga sentirte como si estuvieses en tu propia casa es una maravilla, peeeeero.......por desgracia no todo el mundo tiene esa virtud.


Recuerdo un viaje de hace unos cuantos años a una ciudad famosa, entre otras cosas, por su universidad en la que estudiaba un amiguete nuestro. Íbamos, si mal no recuerdo, tres personas en coche recorriendo media España, en tal mes como este de febrero y llegamos allí a eso de las 9 de la noche, con un frío de esos que se te mete en los huesos y no sale hasta que llega la primavera. La "hospitalidad" comenzó nada más llegar al destino de un viaje que previamente habíamos pactado con el anfitrión (este detalle es muy importante en esta historia para que nadie piense que nos plantamos allí sin previo aviso) y los numero cronológicamente para no perder detalle:


  1. Al llegar a la ciudad llamamos a este amigo (desde una cabina, que no había móviles) y cuando esperábamos un "subid, subid y acomodaros", nos dice que nos ve en tal esquina de la calle cual.

  2. Al encontrarnos en esa esquina y cuando esperábamos un amable "venid a casa, dejad las bolsas y acomodaros que tendréis frío" nos encontramos con una invitación a una fiesta que unas amigas suyas daban en su piso situado a la altura de Cuenca, más o menos.

  3. Llegamos al "superfiestón" y cuando esperábamos un gran jolgorio que nos hiciese entrar en calor, música para bailar y un piso estudiantil lleno de juventud desbocada nos encontramos con dos chicas cuyo nombre no recuerdo y en un piso vacío con tremenda cara de sueño y que nos ofrecieron una cerveza (ellas si fueron hospitaliarias en la medida que les fué posible). Aquel fiestón, como era de esperar, consistió en un monólogo del hombre más hospitalario del mundo haciendo chistes que en aquel momento tenían poca gracia.

  4. Se termina el fiestón y, por fin, nos dice que vayamos a la casa en la que él mismo previamente nos había invitado a pasar un par de noches. Llegamos y cuando esperábamos un "dejad las bolsas en el suelo que os enseño dónde vais a dormir" nos encontramos con un "vamos a ver que ponen en la tele" y cuando esperábamos un "¿Os apetece comer algo? ¿Os preparo una tortilla francesa?" nos encontramos con un anfitrión que se levanta a la cocina y vuelve comiendo un plato de guisantes con jamón mientras nosotros le mirábamos como perrillos con la lengua fuera. Nos dice "Igual queda algún guisante en la cocina". Gracias majete.

  5. El tío se acaba los guisantes y cuando esperábamos un "Bueno, venga, vamos a dormir que mañana os voy a llevar a conocer la ciudad y bla, bla, bla" nos encontramos con un "Bueno, me voy a la cama. Podéis dormir donde queráis" (Quedaba libre un sillón apolillado y una banqueta de cocina). Confieso que según estoy escribiendo esto cada vez le tengo más manía a este personaje.

  6. Llega el día siguiente y el hombre nos ofrece su ducha...de agua fría, eso si. Yo me imagino que esto no sería culpa suya pero a estas alturas yo ya me lo pienso. Ese día nos ofrece ir a celebrar el carnaval a un pueblecillo cercano y pensamos"Que plan tan entrañable".

  7. Para celebrar el carnaval lo mejor es disfrazarse con lo que acudimos a una tienda que los vende (los disfraces) para buscar algo adecuado a una temperatura de 3 grados bajo cero en un pueblo entre montañas. El hombre inteligente decide que todos tenemos que ir disfrazados de Hare Krisna, es decir, con una túnica como única prenda y un gorro de piscina para simular calvicie y como donde fueres haz lo que vieres, pues...

  8. Cogemos un autobús que nos lleva a ese pueblo totalmente inhóspito con un conductor borracho y en el que a puntito (y lo digo en serio) estuvimos de perder todos la vida en una curva mal tomada. Llegamos y nos dispusimos a pasar la que iba a ser una de las noches maaas largas de nuestras vidas mientras el hospitalario se dedicó a tomarse cervezas con sus amigos que, desde luego, nosotros no éramos.

Creerme si os digo que esta historia es verídica y sólo os estoy contando una parte. Desde aquella, a este chaval, lo tengo como ejemplo de lo que jamás se puede hacer cuando tienes visita o invitas a alguien a tu casa y también lo tengo en la lista de personas con las que menos me apetece ir a tomar una cerveza.


Otra cosa: Cuando estoy en la cama y no puedo dormir me acuerdo de aquella noche de carnaval en ese pueblecito vasco, me veo metido en mi camita caliente y me duermo inmediatamente. Garantizado.



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