martes, 24 de febrero de 2009

Recuerdo cariñosísimo de Don Argimiro


Casualidades siempre las hay. Algunas son oportunas, algunas inoportunas, algunas importantes y algunas indiferentes, pero os voy a contar una que me ocurrió hace algunos años y que me parece, al menos, curiosa.


Yo tenía un cliente de edad algo avanzada, estado de salud respiratoria bastante delicado y muy buena persona. Era de esos clientes que daba gusto tratar con él por la bondad y la simpatía que manejaba y al que llegué a coger mucho cariño, porque él se hacía querer. El cliente se llamaba Argimiro Carbajo (nombre y apellido poco comunes) y pongo su nombre porque es parte fundamental en esta pequeña historia.


Un día, por desgracia, tuve que ir al tanatorio municipal a dar un pésame y al buscar el número de sala me encuentro con que había fallecido D. Argimiro Carbajo. Lamentándome de haber descubierto esa triste noticia y tras dar el pésame inicial acudí a mi casa apenado y pensando que ya nunca podría volver a ver la sonrisa bonachona de aquel amable señor que semana tras semana trataba con mucho gusto.


Lo simpático, dependiendo del lado desde el que se vea esta historia, ocurrió al llegar el lunes y ver entrar por la puerta a Argimiro Carbajo quien con su humor característico y consciente de la situación que se había producido nos dijo: "No me gustaba mucho aquello así que decidí volver". Recuerdo que nuestras caras de asombro mezcladas con enormes nervios daban paso a la incredulidad de lo que estábamos viendo y viviendo. Os podéis imaginar la situación de esa familia recibiendo llamadas y pésames de todas las personas que habían visto aquella esquela.


Con el paso del tiempo y no demasiado, otro día vimos una esquela cuyo titular era D. Argimiro Carbajo. Por desgracia, esta vez, si era el "nuestro".


También es casualidad teniendo en cuenta que ni el nombre ni el apellido de estos señores común, lo que se dice común no era.


Desconozco si algún familiar de los finados leerá este blog, pero si así es que no duden que esto lo cuento con el mayor de mis respetos y con un enorme cariño hacia estas dos personas (de las que conocía a una) y con el permiso del paso del tiempo que hace que estas anécdotas se puedan recordar de una manera simpática y seguro, al menos en el caso que yo conozco, que se reirían en caso de leerla.


Pero no me digais que no fué una curiosa casualidad...

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