Gracias al taller donde tengo reparando mi moto de una inexperada explosión disfruto ahora de una moto de auténtico quinqui quinceañero. Resulta que los chicos del taller tuvieron conmigo un detalle que no lo tiene cualquiera y por el que estoy muy agardecido y es que, mientras arreglan mi moto y me la ponen a punto, me han dejado un scooter pequeño, parecido al de la foto, más típico de un veinteañero con pantalones caidos para que se les vea el calzoncillo, cazadoras gigantescas y visera de beisbol ladeada acompañada de algún que otro piercing que de un padre de familia cada vez más cercano a los 40 como soy yo en este momento.
Y es que gracias a la generosidad talleril estoy viviendo una segunda adolescencia. Me veo encima de esa moto y me apetece irme al Pilu a tomar un bocata de tortilla y una cocacola por 75 pesetas, o me apetece ir a buscar al relaciones de El Jardín para ver si tiene invitas personales, o me apetece acercarme al Tik a comer uno de esos bocadillos de trotilla que vendían a altas horas de la noche, o me apetece ir al Txoko Txiki a tomar un cachi, o me apetece ir a la fiesta de la espuma del Oasis...o tantas cosas.
De hecho ahora ya no quiero a mi verdadera moto. Evito coger el teléfono por si son ellos diciéndome que ya está lista, que yo quiero esta moto que me hizo rejuvenecer de golpe y porrazo unos cuantos años. Esta moto es negra, decorada con pegatinas de Repsol, Bridgestone, etc., fea como ella sola, de quinqui de toda la vida....pero que bien se porta. Le voy a proponer que se quede conmigo para toda la vida, que dónde va a estar mejor que conmigo.
Ruego me disculpen aquellos lectores que no conozcan esta ciudad por las referencias localistas que hago en este post. Los locales a los que me refiero son locales donda la chavalería local acude a divertirse y a buscar mozuelas de buen ver.
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