Este es el post con el que Pau (ruego me disculpe por utilizar el nombre con el que le llaman sus mejores amigos) debuta y debo reconocer que me ha impresionado. Le agradezco mucho que haya decidido debutar en este blog y espero que le sirva para que el mismo abra uno y pueda compartir con todos textos tan buenos como este.
El lunes que viene debuto oficialmente dando clases en la Facultad donde estudie mi carrera. Quien lo diría. Muchos compañeros de carrera no hubiesen apostado ni un duro por ello, aunque lo que es peor es que ni yo mismo lo hubiera hecho. Las circunstancias por las que he acabado dando clase no vienen al caso, seria muy largo explicar los últimos diez años de mi vida y realmente no es lo que quiero contar aquí. El tema de las dos horas de clase que voy a dar gira en torno al concepto de la incertidumbre. La Real Academia Española define la incertidumbre como la ausencia de certidumbre, la cual es definida como certeza y ésta, a su vez, como el conocimiento seguro y claro de algo.
Las incertidumbres de las que yo voy a hablar el lunes no tienen mucho que ver con las que quiero hacer referencia a lo largo de estas líneas, y entre nosotros, son un autentico rollo. Las incertidumbres a las que me refiero son las que comúnmente tenemos todos a lo largo del día, o la lo largo de nuestra vida. En mi caso, y creo que en el de mucha gente, hay ciertas cosas que necesito que tengan una incertidumbre asociada. Sin embargo, existen otras en las que creo que el concepto de incertidumbre debería ser borrado de un plumazo. Yo y muchos que como yo nos dedicamos a algo tan abstracto como a lo que me dedico estamos hartos de que nos digan y nos repitan hasta la saciedad que somos el motor del desarrollo de un país, que sin nosotros no existe progreso y que somos la base del futuro sostenible de nuestra sociedad. Recientemente, hemos oído que ante la situación económica en la que estamos inmersos se prevé un considerable recorte en I+D+i respecto al presupuesto del año anterior, lo cual no es más que una de las múltiples gotas que colman nuestro vaso lleno de incertidumbre.
Hace quince días estuve en un congreso en el que durante la cena de clausura dieron unos premios a gente que se jubilaba tras haber dedicado toda su vida profesional al campo en el que trabajo. Siempre que ocurren esas cosas me da por reflexionar sobre lo que debe sentir una persona ante la situación de enfrentarte a tu propia vida y tratar de resumirla en unas palabras. En estos casos siempre escuchas palabras de agradecimiento a la gente que por uno u otro motivo se cruzó en la vida profesional o personal de la persona premiada de una manera importante o positiva. Curiosamente, de las cuatro personas que recibieron su premio tres eran científicos, pero uno no. Este último me sorprendió en su discurso hasta tal punto que me llegó a emocionar profundamente. Dijo algo que nadie en esa sala esperábamos escuchar. Tras agradecer brevemente a las personas que consideraba que tenia que agradecer se disculpo con todos nosotros. Tal cual. Quiso expresar su disculpas en nombre de la sociedad en la que vivimos por el trato vejatorio que daba sistemáticamente a su comunidad científica. Una sociedad en la que dar patadas a un balón o vender tu intimidad a un medio de comunicación se premia y se valora mas que cualquier avance científico que ayude a mejorar el mundo en qué vivimos. Una sociedad en la que la inmensa mayoría de las personas no tiene ni la mas mínima idea de a qué se dedica su comunidad científica o de los problemas que podría llegar a resolver con mas medios. Y también nos dio las gracias. Quiso agradecernos que a pesar de toda esa incertidumbre de no saber qué va a ser de nuestra carrera profesional sigamos al pie del cañón, como si nada, trabajando por algo en lo que creemos que es necesario. Tras oír todas esas palabras, hubo muchos que, como yo, nos quedamos pensando un buen rato en silencio.
Los que nos dedicamos a esto estamos hartos de que todos los gobiernos sean del ala que sea maltraten y menosprecien sistemáticamente a la Ciencia de este país y de que directa o indirectamente interrumpan la continuidad de los jóvenes investigadores a lo largo de su carrera. De esta forma, se genera un sistema en el que solamente sobreviven los que son apadrinados y nombrados a dedo en detrimento del que solo puede subir escalones compitiendo a nivel nacional con un montón de gente por contratos temporales llenos de incertidumbre. He conocido a muchos jóvenes y no tan jóvenes investigadores que tras dedicar toda su vida profesional a esto han abandonado reconduciendo su carrera o han emigrando temporal o permanentemente a otros países donde la Ciencia se entiende de otra forma. Yo, como muchos de ellos, he emigrado y he vuelto. Y sigo haciéndome un montón de preguntas sobre este país donde me he empeñado en vivir. También he pensado muchas veces en abandonar por no soportar mi propia incertidumbre. Pero al final nunca lo hago. Y ahora, sabiendo que hay alguien que piensa de esta forma, menos. La Ciencia no necesita tijeras y menos aun incertidumbres.
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