miércoles, 28 de octubre de 2009

Marina Yates



Desde hoy me he decidido a hacer la competencia no desleal a tantos y tan buenos críticos gastronómicos que hay en este país y empezaré a publicar las impresiones de los sitios a los que acuda a comer, cenar, desayunar, tomar un vino, etc.




Mi punto de vista, ya lo advierto, es un punto de vista llano y sin pretensiones. Un punto de vista sencillo, que al fin y al cabo creo que es el de la mayoría de todos nosotros.


Bien es cierto que en anteriores post ya me atreví a hacerlo con algún que otro sitio, pero ahora lo haré de un modo más regular, procurando ser lo más neutral posible. algo que, sinceramente, no sé si conseguiré.

Ayer, sin ir más lejos, estuve comiendo con unos cuantos amigos en un lugar que hace 48 horas ni me imaginaba que existía. Está situado dentro del Puerto de el Musel, en las instalaciones deportivas conocidas como Marina Yates. El restaurante pertenece a unas instalaciones de acceso público (importante recalcar esto) y que sirven para dar servicio a los usuarios de dicho puerto deportivo. Se encuentra en la primera planta del edificio y hasta que no estás dentro, te cuesta mucho imaginar lo que allí te vas a encontrar, que no es otra cosa que un pequeño restaurante, coqueto, bien atendido y bien decorado. En la segunda planta tienen una gran terraza que en un día soleado se le puede sacar un buen provecho.


En la entrada del edifico había una pizarra donde figuraba el menú que tenían previsto para ese día. En este punto debo decir que sobre la pizarra era un menú muy poco atractivo y mucho menos al precio que era de 15 euros. Constaba de Ensalada de Parrochas, Sopa de Marisco, Albóndigas o Lenguado al horno, postre, pan y vino. Ya veis que poco o nada atractivo.

Pero la realidad era bien distinta. La ensalada estaba preparada de una manera muy fina, bien emplatada y muy abundante. La sopa a mi me encantó. Tenía un sabor que te dejaba adivinar un punto de guindilla que era exquisito y un espesor exacto para lo que yo entiendo que debe ser una sopa de marisco. Y de tercero me decidí por el lenguado al horno, que venía en un plato abundante acompañado de patata panadera y un sabor de un pescado bien hecho y bien fresco. El postre estaba entre una Selva Negra o una tarta de queso, ambas de una buena calidad.


Con todo esto, el precio se queda más bien corto y como antes dije, nada tiene que ver el mensaje de la pizarra con la sensación que te queda tras la comida. En mi caso concreto, me quedé con una buenísima sensación que ya estoy deseando repetir.

El trato personal fué excelente. No hizo falta reservar, pero me da la sensación que poco a poco irá recibiendo más visitas que, a buen seguro, repetirán. Merece la pena probarlo. Sin duda alguna, lo recomiendo y estoy seguro que si lleváis a alguien allí le vais a sorprender. Seguro.




Además tuve la suerte de compartir mesa con siete grandes amigos y eso si que no hay dinero que lo pague. A ver si para la próxima comida ya somos, por lo menos, nueve.




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