viernes, 27 de febrero de 2009

Cosas nuevas



Estrenar algo es uno de los grandes placeres que el ser humano puede disfrutar en esta vida repleta de miserias y desgracias.




Es una gozada, por ejemplo, estrenar un coche. Salir del concesionario conduciendo y mirando todos los botoncillos que tiene nuestro nuevo medio de transporte. También es increíble estrenar tu nueva casa e ir mirando con ilusión cada rincón y visualizar mentalmente la decoración de la misma, pero no todos los estrenos son tan buenos como podríamos pensar.




Estrenar toallas para la ducha es uno de mis mayores sufrimientos. Son toallas que no secan y que tienen que esperar a ser lavadas 600 veces aproximadamente hasta que empiecen a secar un poco.



Estrenar un pantalón vaquero es otra cosa que se me hace insoportable. Hasta que el pantalón coge la forma y el color que deseas pueden pasar meses. Mientras tanto la pinta de "pringadín" no te la quita nadie. A veces, incluso, jamás logras que el pantalón alcance esas óptimas condiciones para que te lo pongas a gusto.



O estrenar unos zapatos con los que tienes un 97 % de probabilidades de llegar a casa con una herida sangrante en tu talón (Y esto no lo digo yo. Lo dice la Agrupación de Zapateros de Villajoyosa AZV).

Y no hay nada como estrenar peluquero fiasco. El peluquero fiasco es aquel que previemente no conoces y te corta el pelo con toda la ilusión del mundo pero...con resultados lamentables y ahí si que no hay nada que hacer, salvo poner un gorro. Te puedes tirar mes y medio con cabeza de melón hasta que la naturaleza va arreglando el desaguisado que te montaron, te vuelve a crecer el pelo y encuentras, con suerte, un peluquero que no sea tan fiasco como el anterior. En este aspecto recuerdo a un peluquero (al que no volví y le retiré el saludo) que un buen día me plantó un salto de nuca, el cabrito, que me hacía parecer un campesino americano de los años 50 (con todo mi respeto hacia los campesinos y hacia los americanos).

Vale, que soy un poco repunante (sin g), pero a ver que hubieseis hecho si el pelquero cabrón os hace un salto de nuca sin haberlo pedido...

3 comentarios:

Mr Pesk dijo...

Totalmente de acuerdo en la sensación de pringadín al llevar los 501 nuevos, solamente superada por la de llevar los mismos una vez pasados por la mano distraída de alguien, que con buena o mala fe, los hubiese planchado con raya.

Anónimo dijo...

De alguna peluquera así me acuerdo yo, aunque me valdría más no hacerlo pues a la mujer se le deben de poner las orejas moradas con mis pensamientos... que horror, como tú muy bien dices, al menos nos quedarán los gorros y la opción de dar con unas manos profesionales, que a veces, mejor sería no haber pisado "aquella peluquería"... jajaja!! Saludos de Alicia.

Anónimo dijo...

De los 501 recuerdo la leyenda urbana (¿o no?)que decia que habia que mojarlos puestos para que "ajustaran" mejor...buff, a veces es mejor no mirar atras...