Mañana se acaba este 2008 y es momento de fiestas nocturnas en las que te meten unos claveles impresioantes por unas cenas de mucho lililí y poco lalalá, unas barras libres de marcas limitadas y botellones de 2 litros, unas sopas de ajo que yo nunca ví y unos churros que te dejan el estomago fastidiao hasta el día de Reyes (la culpa siemrpe es de los churros y nunca de la bebida). Pero entre todas las fiestas que se hacen en esta ciudad hay una que llama poderosamente mi atención. Es una cuya cena se hace en una pizzería, llamésmola "Pablo Ruiz" (me imagino que mañana girará hacia restaurante de alto copete) y que después te ponen un bus para ir a una fiesta privada en...una cafetería, (me imagino que mañana girará a discotecón de moda). Por la tontería te meten, si no me equivoco porque lo digo de memoria, 170 eurazos!!!!. Lo que si digo es que si los camareros de la fiesta son los mismos que los de la cafetería vale mas pedir todo de golpe, que la velocidad nunca fué su principal característica y lo digo por experiencia. Pues eso, que me parece pasarse un poco, la verdad.
Ayyy...si me hubiese tocado la lotería...
Y un sinfín de ellas más. ¿Qué habra sido de aquella pareja?, ¿Seguirán juntos y con el ritual?, ¿Leerán este blog?, ¿Qué estarán haciendo en este preciso momento?, ¿Habrán comprado ya los gusanos de este año?.
FELIZ NAVIDAD!!!!!
También me doy cuenta y sufro porque he bajado mi ritmo de escritura. Esta experiencia del blog está siendo todo un descubrimiento para mí. Tengo algunos seguidores, algo que me sorprende y me agrada mucho. Recibo unas 10 visitas diarias, leo comentarios con muchísimo agrado y pienso en blog. Desde hace varios días cada cosa que veo, cada cosa que me pasa la traslado mentalmente al lenguaje blog, pienso si puede ser interesante y si así lo considero, la plasmo de la mejor manera posible. Este pequeño bajón de ritmo viene provocado por el trabajo, no por la falta de ganas, que las tengo...y muchas.
Ayyy, que recuerdos del Café Moderno de Salamanca. Anda que no bailé yo veces esta canción...
Me voy a abrazar a un árbol.
Cuando hago este tipo de salidas hay dos cosas que me dan tremenda pereza: Conducir y hacer la maleta.
Yo soy de esos que hacen la maleta "por si acaso" que es lo mismo que llevar todo lo necesario y todo lo innecesario: Por si acaso llueve, por si acaso hace frío, por si acaso viene un aire del Sáhara y hace calor, por si acaso el hotel tiene piscina, por si acaso voy al casino y hace falta ir de esmoquin, por si acaso salgo de copas y la ropa me huele a tabaco, por si acaso me rompe un pantalón porque me caiga en la calle y necesito otro, por si acaso el sustituto del pantalón roto se ensucia y necesito un tercer pantalón, por si acaso el pijama no es suficiente y hace frío y tengo que llevar calzoncillos largos de felpa, por si acaso me da la venada y de pronto cambio el destino y cojo un avión al Polo Norte, por si acaso entre los huéspedes del hotel deciden organizar un partido de fútbol y tengo que llevar botas de tacos de aluminio, por si acaso me da por jugar al padel y necesito la raqueta, por si acaso ...
Lo que no me imaginaba yo, allá por octubre, era que escribir este blog iba a servirme como una especie de terapia relajante con la que disfruto cada día más.
El estrés venía provocado por asuntos laborales, pero para culminar, estuve al mediodía en un centro comercial donde quise comer algo antes de empezar con las primeras compras navideñas.
Mira que no habrá sitios para comer en un centro comercial que aunque no sean sanos se disfrutan: McDonalds, Burguer King, Vip's, Gino's, Pizzamóvil, etc, etc.
Pues el gilipollas que suscribe se decidió por un bareto que ofrecía pinchos en la barra al más puro estilo de cafetería de ciudad. No sé porque se me pasó por la cabeza quedarme allí ni qué fuerza hipnótica hizo que mis pasos se dirigiesen hacia ese inhóspito local. Allí pedí un pincho de pollo que alcanzó el título de "pincho de pollo más malo del mundo". Estaba duro como una piedra de molino, empanado con un pan rallado que parecía arena de obra y el camarero, agradable donde los haya, me lo tiró encima de la barra desde una distancia aproximada de 2 metros. Allí se quedó el 87% del pincho y mis ganas de volver a entrar a sitios en los que nadie me llama.
Mi estrés, afortunadamente, ya pasó y prometo que la próxima vez que tenga un McDonalds cerca y necesidad de comer no le seré infiel a un buen cuarto de libra.