miércoles, 10 de diciembre de 2008

Madrid


Este fin de semana lo pasé en una capital europea. Queda muy bien y muy snob decir eso y no miento, porque este finde estuve en Madrid.

Madrid es una ciudad que potencia tu estado anímico. Si estás de mal humor te conviertes en ogro y si, por el contrario, estás de buen humor pasas a ser la persona más feliz del mundo (igual exagero un poquito, pero ahí se anda).

Es una pena que no haya parado de llover, pero eso no nos impidió hacer turismo al más puro estilo pueblerino. Dimos un paseo por la zona de Sol en busca de elementos navideños. Estaba todo hasta arriba. Las Administraciones de Lotería tenían unas colas de muuuuchos metros, los bares hasta la bola, las tiendas completas y la calle como un hormiguero. Además había sitio para que los republicanos celebrasen una manifestación por la calle Alcalá que hacía imposible desplazarse en coche. Todo cortado.

La iluminación navideña que en esta ciudad desde la que escribo tan tristemente de moda se está poniendo en los últimos años, era impresionante. Mucho color, mucha luz, árboles enormes de diseños modernos. Una pasada para un pueblerino como era yo en ese momento. Daba gusto pasear viendo eso, aunque sea bajo la molesta lluvia.

A la hora del tentempié pude comprobar algo que siempre había oido, pero que no me parecía cierto: En Gijón no saben echar una caña. Y es verdad que en Madrid te pides una caña y sabe distinto, tiene presión, espuma espesa. Desconozco la diferencia porque la cerveza es la misma y la temperatura, me imagino, vendrá regulada, pero sabe distinta. Mucho mejor allí que aquí. Mira que soy un defensor de esta ciudad y lo que pasa en ella, pero en las cañas no hay nada que hacer.

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